La modernidad ha provocado cambios en los roles preestablecido y tradicionales, así como se ha trasformado el modelo familiar de padres e hijos a modalidades nuevas como padres solteros, pareja en segundas nupcias, parejas sin hijos etc. De igual forma se ha modificado los roles de la mujer y el hombre.
Giles Lipovetsky en su libro; la tercera mujer, menciona que en el último siglo se han producido más cambios en la condición femenina que en todos los milenios anteriores, finalmente liberadas del sometimiento que implicaba la procreación sin planeación se han entregado al libre ejercicio de una actividad profesional, así como a una libertad sexual que permite a las mujeres hoy en día abrir brecha en terrenos que anteriormente era solo masculinos. La identidad del género está estrechamente relacionada con las funciones que realiza y su desempeño en la sociedad, si bien la primera mujer era una manifestación de la vulnerabilidad, el sometimiento, la dependencia y la ausencia de decisión la segunda fue una mujer llena de fuerza y rabia gestada por siglos de vida limitada en su libre expresión por la vida privada, de ahí la necesidad de equiparar al hombre de competir en sus terrenos y demostrar la capacidad en la vida pública, la mujer desarrollo características antes exclusivas del hombre, se mostro decisiva y activa para buscar lo que quería.
Solo que en esa emancipación la mujer perdió en cuenta su esencia y necesidades, de ahí que hoy en día la identidad de la mujer se encuentre en crisis, entre el deseo de la realización profesional y su vida personal. ¿Cómo compaginarla?, ¿A que renunciar?
¿Qué es lo que las mujeres quieren? Decía Freud, y sin embargo siglos después en los albores de la nueva era para el género femenino seguimos sin saberlo, hoy por hoy sigue en construcción, Lipovetsky plantea que estamos ante el surgimiento de una nueva mujer, una que nos sorprenderá y que finalmente podrá sentirse en paz consigo misma y con su rededor.