martes, 27 de septiembre de 2011

Tolerancia a la frustración.

 Psic. Licia López Carrillo

La frustración es el sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos, de acuerdo a la intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales, reaccionamos con molestia, ansiedad, depresión, angustia, enojo, etc. La base del problema no está en la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud , actuamos como si el malestar y el sufrimiento pudieran acabar con nosotros y creemos que estas emociones no deben de ser parte de nuestra vida.

Tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos causan. La frustración es parte de la vida, no podemos evitarla, pero si podemos aprender a manejarla y a superarla.

¿Qué es la baja tolerancia a la frustración?

La baja tolerancia a la frustración se da cuando un individuo se frustra muy fácilmente, y tiene una falta de voluntad o incapacidad para tolerar el malestar necesario a corto plazo que a veces se requiere para obtener beneficios a largo plazo. El término fue utilizado por primera vez por Albert Ellis en la década del 60. Es mucho más común en la sociedad occidental debido al ritmo rápido de vida, especialmente para conseguir lo que uno quiere en el menor lapso de tiempo posible. Se le relaciona con dos elementos: la percepción equivocada y exagerada de la situación que estamos viviendo y la creencia de que es horrible vivir el malestar y no lo podemos ni queremos aguantar


¿Qué es la alta tolerancia a la frustración?

La alta tolerancia a la frustración es simplemente la capacidad para tolerar o hacer frente a la molestia y el trabajo duro en el corto plazo con el fin de alcanzar nuestras metas a largo plazo. Las personas con alta tolerancia a la frustración tienden a ser mucho más flexibles, lógicas, racionales y más tranquilas en su pensamiento, la conducta y el enfoque general a la vida, así como mucho menos propensos a sufrir problemas de salud mental como resultado. También son mucho menos propensos a postergar todo y tratarán de resolver los problemas como una prioridad.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Violencia de género


 Psic. Licia López Carrillo

Tan a la  mano que en las dos últimas columnas dominicales se hablo de la violencia social y hoy quisiera compartir las reflexiones que surgieron al escuchar una conferencia a la que a recientes fecha asistí.

El tema de la ponencia era la violencia en el noviazgo, convocada por una asociación que tiene el digno trabajo de dar cobijo a mujeres víctimas del maltrato, así como la loable intención de educar para prevenir. Dando a las nuevas generaciones la información necesaria de cómo desde el noviazgo puede iniciarse el maltrato dentro de la pareja y posteriormente convertirse en violencia intrafamiliar. La conferencia fue expuesta en un lenguaje cotidiano y generalizador de este fenómeno, lo cual concluye exitosamente como un primer acercamiento al tema.

¿La violencia en la pareja solo sucede en ambientes de excesos y promiscuidad?

Considero que relacionar la violencia de género con solo un aspecto de la decadencia en el comportamiento de los jóvenes es una postura simplista, decirles a los jóvenes que el alcohol y el sexo sin responsabilidad son generadores de la falta de respeto y la violencia es muy parcial. Mencionar que  la perdida de la virginidad las hace propensas a aceptar el maltrato, así como una forma de vestir provocadora es causa de enfrentamientos entre los varones es, desde mi muy particular punto de vista, repetir mitos sociales en los que se encuentra anclada la falta de equidad de género y la ausencia de conocimiento de los derechos de la mujer. 

 Es cierto que en las conductas excesivas y tóxicas los jóvenes no son capaces de tener un autocontrol, y que como consecuencia hay una pérdida del respeto y la dignidad humana. Sin embargo es la falta de conocimiento y la repetición de patrones de conducta que no valora a la mujer lo que permite el acto violento.

Educar para la igualdad.

Es por ello que en  la labor preventiva de educar a las nuevas generaciones es de una importancia vital enseñar a ambos géneros a respetarse como iguales. A conocer sus diferencias y en ello su complementariedad, pues en ello recae la esperanza de parejas más equitativas y sanas que mejoren la armonía familiar, y el bienestar de una sociedad.