Psic. Licia López Carrillo
Una de las acciones que causan más dificultad en la vida es la toma de decisiones, la cual dependiendo de la persona podrá ser un pequeño obstáculo o un enorme impedimento. Sin embargo, el tomar una decisión suele ponernos siempre en un predicamento. Y si bien el conflicto depende de la importancia de la decisión, también la capacidad de renunciar y asimilar la perdida que ello conlleva es de vital importancia para llevar a cabo la decisión tomada.
Algunas personas suelen estar atrapadas en situaciones muy dolorosas, inestables y hasta peligrosas por no tener la capacidad de decisión. Incluso pueden durante años implementar una serie de cambios aparentes que les brinden la fantasía del cambio deseado, otras incluso implementan nuevas filosofías de vida y hasta creencias religiosas o esotéricas para “cambiar” aquello que les disgusta o no satisface de sus vidas ( sus padres, la pareja, los hijos…de sus vidas) Todo con tal de posponer o postergar para siempre -de ser posible- el tomar “esa” decisión que conllevará a una serie de renuncias y consecuencias.
Y es que en el fondo de cualquier elección que hagamos vendrá incluido el duelo de la pérdida de aquello que no elegimos, y es al dolor a lo que le tememos. Es lo que buscamos evitar al postergar una decisión o cuando implementamos paliativos para minimizar aquello que afecta, por ello es importante entender que; toda elección implica una renuncia.