miércoles, 29 de junio de 2011

Dignidad del ser.

 Psic. Licia López Carrillo 

El concepto de humanismo ha perdido su trascendencia y real significado, incluso en ámbitos en los que el ser humano es el núcleo central; la sociedad. 

La humanidad en  tiempos post modernos dista mucho de hacer honor a su  nombre, y aunque se habla constantemente de derechos humanos,  de la promoción de valores primordiales y la equidad, la realidad es que día con día  vemos acciones cada vez más deshumanizada. Desde la insignificante hasta la más atroz, desde no darle paso al peatón abalanzándosele en un auto a toda velocidad para “que se quite”, hasta la pérdida del significado de la vida de un ser -humano o de otra especie-  como para arrebatársela por defensa, ajuste de cuentas o simple diversión.

 Y nos lamentamos, ¡como nos lamentamos! En los cafés, en las sobre mesas familiares, en la plática espontanea del supermercado, siempre más con un deseo de mostrarnos informados y conmocionados por la violencia que nos acecha, pero poco consientes del impacto que estos hechos aún lejanos tienen en nuestro entorno.   Poco nos detenemos a reflexionar la DES dignificación del ser humano y sus consecuencias.

¿Por qué perdió importancia la persona? ¿Cómo se volvieron otras cosas importantes? ¿Cuándo el tener sustituyo al ser?
 Y aunque parecieran preguntas existenciales en realidad son humanísticas, por que al ir normalizando todas las acciones que parten de estos malentendidos y perdidas de significado, la humanidad puesto los objetos por sobre los sujetos, las cosas por sobre las personas, el tener sobre el ser, lo cual desensibiliza a los individuos pues pierden el concepto humano y abstracto de la dignidad. De la importancia del ser. Y asi como si fuera una "cosa" una vida se quita e ahí uno de los orígenes  de las acciones violentas.

En algún lugar leí que el mal prevalecerá mientras las personas no quieran hacer nada, viendo  la indiferencia y falta de compromiso por el bien común que se muestra hoy por hoy tenemos un panorama poco amable.

Es importante retomar posturas más humanas, disminuir la falta de respeto a la dignidad del ser, fomentar el existencialismo y disminuir el consumismo como forma de vida, más filosofia y menos televisión. Ya que solo educándonos y educando a las nuevas generaciones podremos entender que la persona tienen un valor por el simple hecho de existir.

lunes, 6 de junio de 2011

“Le dimos todo”.

 Psic. Licia López Carrillo
           
Esta frase tan trillada es la que frecuentemente padres desconcertados expresan ante algún padecimiento psicológico o conductual que arroja a sus hijos a la consulta terapéutica. Se preguntan que hicieron mal y no se explican como al tenerlo “todo”, sus hijos se encuentren en problemas.

En la mayoría de los estratos sociales los padres tienden a asociar bienestar económico con bienestar emocional, lamentablemente  se equivoca el significado de las cosas y los padres consideran que siendo grandes proveedores satisfacen las necesidades totales de sus hijos. Otros por las exigencias del trabajo o por  apretadas agendas sociales consideran que el entretenimiento y la tecnología sustituyen la compañía y el tiempo de calidad, lo cual es igualmente equivocado.

Con padres de hijos infantes preocupados por consolidar la economía se reduce el tiempo y la cercanía emocional, cuando los padres más desahogados -o por una inevitable alerta-buscan acercarse, conocer y escuchar a su hijo, el adolescente está inmerso en su mundo se muestra indiferente y hasta hostil.

Ahora ¿qué es el justo medio? Entre el goce del bienestar económico y el aprendizaje del bienestar emocional,  me atrevería a sugerirle; SU TIEMPO.
  
El cual facilita la convivencia cercana, esto a su vez e genera vínculos fuertes entre padres e hijos,  da pertenencia a la familia y la hace sólida. Ofreciéndole la fortaleza desde la infancia a su hijos de saberle cercano, alerta, constante. Lo cual permitirá que en la temida adolescencia, e incluso con su tendencia habitual al aislamiento, se permita tener el recuerdo de su calidez y afecto, permitiéndole  sortear su propio proceso de cambio con mayor armonía.