Psic. Licia López Carrillo
Esta frase tan trillada es la que frecuentemente padres desconcertados expresan ante algún padecimiento psicológico o conductual que arroja a sus hijos a la consulta terapéutica. Se preguntan que hicieron mal y no se explican como al tenerlo “todo”, sus hijos se encuentren en problemas.
En la mayoría de los estratos sociales los padres tienden a asociar bienestar económico con bienestar emocional, lamentablemente se equivoca el significado de las cosas y los padres consideran que siendo grandes proveedores satisfacen las necesidades totales de sus hijos. Otros por las exigencias del trabajo o por apretadas agendas sociales consideran que el entretenimiento y la tecnología sustituyen la compañía y el tiempo de calidad, lo cual es igualmente equivocado.
Con padres de hijos infantes preocupados por consolidar la economía se reduce el tiempo y la cercanía emocional, cuando los padres más desahogados -o por una inevitable alerta-buscan acercarse, conocer y escuchar a su hijo, el adolescente está inmerso en su mundo se muestra indiferente y hasta hostil.
Ahora ¿qué es el justo medio? Entre el goce del bienestar económico y el aprendizaje del bienestar emocional, me atrevería a sugerirle; SU TIEMPO.
El cual facilita la convivencia cercana, esto a su vez e genera vínculos fuertes entre padres e hijos, da pertenencia a la familia y la hace sólida. Ofreciéndole la fortaleza desde la infancia a su hijos de saberle cercano, alerta, constante. Lo cual permitirá que en la temida adolescencia, e incluso con su tendencia habitual al aislamiento, se permita tener el recuerdo de su calidez y afecto, permitiéndole sortear su propio proceso de cambio con mayor armonía.
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