Psic. Licia López Carrillo
La dependencia emocional es un concepto utilizado con cierta frecuencia, pero que no ha sido claramente delimitado, ni estudiado. Es un trastorno de la personalidad enmarcado dentro de las dependencias afectivas aunque para otros autores se trata de un trastorno adictivo, en el que el objeto que provoca la adicción es la relación de pareja, y su objetivo es llenar un vacío en el sujeto que la padece. Está relacionado con las emociones y la capacidad o calidad para establecer vínculos significativos con otras personas, al tratarse de un trastorno de la personalidad, tiende a tener un patrón crónico y estable a lo largo de la vida de la persona.
En sus relaciones amorosas, los dependientes emocionales manifiestan hacia su pareja un tipo de apego "ansioso", caracterizado por una continua necesidad de saber que es amado por su pareja, dificultades para llevar una vida independiente, miedo a no ser querido, miedo a la pérdida del objeto de su amor y celos frecuentes. Ideas contradictorias sobre el amor y dificultad para romper aún cuando la relación sea altamente problemática y generadora de malestar para el dependiente. El intenso miedo a la pérdida y a la soledad contamina el vínculo establecido en la pareja.
La incidencia que presenta este trastorno en la población adulta ronda el 10%, y la gran mayoría de los afectados son mujeres (75%).
Características del dependiente emocional
- Necesidad de estar en pareja, intolerancia a la soledad.
- Baja autoestima, la cual provoca una necesidad de aprobación constante por parte de los demás, así como un gran temor al rechazo social.
- Dificultades para decir "NO": se anteponen continuamente los deseos y necesidades de los demás a los propios.
- Relacionado con el punto anterior, encontramos que el dependiente emocional ocupa un papel de inferior en la relación de pareja, aunque eso no excluye que pueda suceder lo contrario, ya que también existe la "dependencia emocional dominante"
- Sentimientos no resueltos de culpa, rabia, ira, aislamiento y miedo. Todos estos sentimientos provienen de la infancia del sujeto, de las relaciones que se establecieron con los progenitores o tutores.
Hoy se dificulta poder tener un modelo de relacion no dependiente, ya que por años se ha difundido como la imagen del "verdadero" amor en nuestra cultura terminos como: no puedo vivir sin el, mi media naranja, mi alma gemela, el/ella me hace feliz, volviendose con el paso de los años parte de nuestro inconciente colectivo e invitándonos a depositar en el otro el centro de nuestro universo y perdiendo el eje que gire sobre nuestra propia exitencia. En aras del romanticismo estas figuras amorosas han sido preponderadas al máximo, estableciendose como iconos del amor sublime que redime y rescata de la vida cotidiana, y de la responsabilidad de hacerse cargo cada quien de la propia existencia y de la felicidad que conlleva. Nos encanta el cuento del príncipe que salva a la princesa y la princesa que con su beso de amor, trasforma a un sapo en el hombre amado (que siempre resulta ser un príncipe).
Pero a final de cuentas todo cuento nos sugiere la idea de esperar la presencia del otro para ser, para despertar, para resurgir y brillar. Sería más sano que esos despertares y brillos surgieran del encuentro interior, de la realización con la propia vida y que al final de haberse encontrado y estar satisfechos con quien se es, el ser humano desidiera compartir esa plenitud y alegría con un otro.