domingo, 10 de octubre de 2010

Compras Compulsivas.


Psic. Licia López Carrillo

         En ocasiones anteriores se han descrito la diversidad de  conductas que la personalidad adictiva suele manifestar, la más conocida son las adicciones a las  sustancias tóxicas como el alcohol y las drogas, en el caso de las adicciones no tóxicas; la ludopatía (adicción al juego) y las relaciones  codependientes. Sin embargo existe  un proceso adictivo del que poco se habla y que suele adquirir proporciones inhabilitantes para quien lo padece, así como provoca severos conflictos en el sistema familiar  como consecuencia de la conducta  adictiva. 

Moda o Adicción.
Suele llamárseles shopping holics, compradores compulsivos o bulímicos de las compras, el padecimiento se caracteriza por una incontrolable necesidad de comprar y durante el proceso de compra la persona no logra establecer parámetros de utilidad, lógica o necesidad de los objetos que compra, en ocasiones incluso ni siquiera el gusto o deseo de adquirirlos. Es solo un proceso mecánico que se concentra en la “necesidad” de adquirir  “algo” gastando dinero,  los objetos adquiridos por la compra compulsiva no logran mantener  la sensación de emoción en el comprador adicto por lo que al ser empacado pierde el interés y reinicia la búsqueda de otro objeto que momentáneamente llene sus vacios, sensación  temporal que provocará  una cadena de compras sin parar en donde el sujeto pierde la noción de las cantidades e incluso abusa de su presupuesto. Dado que es un acto compulsivo de origen adictivo es muy frecuente que las compras sean acumuladas una vez llegando a casa e incluso no se desempaquen nunca  y en ocasiones escondidas para que la familia no se dé cuenta del acto.
Este padecimiento queda solapado por la sociedad consumista de “use y tire” en la que vivimos, el comprar de forma irracional y absurda es una  característica ridiculizada en comerciales de tiendas departamentales como un rasgo de  feminidad. Estos modelos inadecuados fomentan la idea de que al adquirir un objeto nos sentiremos plenos. Lo cual suele no ser la realidad, sin importar cuento compres el vacío interno continua lo cual estimula al comprador compulsivo a no  parar. 

¿Pero como distinguimos un proceso adictivo de un comprador consumista común?
El comprador adicto siente la necesidad de comprar sin importar los riesgos, incluso si su presupuesto anual está agotado y si no logra comprar siente malestar y frustración a tal nivel que su estado emocional cambia drásticamente.


Límites en la formación del carácter.


Psic. Licia López Carrillo

         El rigorismo y la rigidez familiar de las décadas anteriores es probable que haya fomentado la idea de eliminar los límites de la formación en los niños. La realidad es que como todo en la vida, ningún extremo es bueno. Ya que los límites rígidos e inamovibles provocan que las familiar se estanquen y no evolucionen  en las diferentes etapas de sus hijos, por el contrario al tener límites diluidos, laxos, inconstantes o poco claros provocará el desbordamiento emocional del infante generando defectos de carácter que se reflejarán en su actitud ante la vida.
 Los límites no son solamente la forma en cómo se restringe  en la educación a un niño(a), es también un formador de emociones. He ahí que cuando los padres no llegan a acuerdos sobre que límites marcar y alguno de los dos (siempre el que más culpa siente por alguna razón) descalifica el límite anteriormente impuesto  el menor queda a merced de su voluntad la cual es inmadura y poco capaz de autoformarse. Esta situación provocará que la formación del niño se vuelva un nuevo terreno de batalla de la lucha entre la pareja, dejando al niño expuesto y sin la formación necesaria que lo debería de ayudar en su adaptación a la vida. A través de límites claros, constantes, negociables y adaptables a cada etapa de crecimiento, el niño(a) aprenderá a respetar a los otros pero más importante aún; si los límites son explicados con amor y aceptación, el niño(a) aprenderá a respetarse a sí mismo y a hacerse respetar ante los demás.

viernes, 1 de octubre de 2010

El arte de pedir perdón.


Por Licia López Carrillo
 En ocasiones nuestros errores nos avergüenzan tanto que nos resistimos a aceptarlos, para hacerlo se requiere de valor para asumir la responsabilidad de nuestros actos. “Es de sabios pedir perdón”,  cita el refrán popular. Efectivamente, pero hacerlo implica primero tener que reconocer nuestra vulnerabilidad y exponernos a la posibilidad del rechazo de los demás. Identificar cuando es necesario ceder es una habilidad importante para nuestro crecimiento personal, equivocaciones sin importancia hasta errores desastrosos, es importante- y de lo más difícil- encontrar la mejor forma de dar la cara a riesgo de obtener una burla o negativa como respuesta. Con cada intento la persona se da la oportunidad de reconciliarse con los demás, pero sobre todo consigo mismo.


 Marilyn Davonish, menciona cinco puntos importantes para desarrollar el arte de pedir perdón; 
  Acepta la falta: Es importante no ignorar ni menos preciar los conflictos que se generaron por la equivocación. Al consultar puntos de vista diferentes al propio ayuda a tener una perspectiva más objetiva. Así será posible determinar el nivel de disculpa que se requiere.
ü     NO victimizarse: Es importante diferenciar la culpa de la responsabilidad. La primera solo lleva a recriminarse, mientras que la segunda implica reflexionar y aceptar errores.
ü      Reconocer la responsabilidad: Para prevenir fallas, sería favorable ensayar con anticipación lo que se va decir, de preferencia es voz alta. Es necesario tratar de omitir la palabra “pero”, pues hace quela disculpa se vuelva justificación.
ü      Comprender al otro: El perdón tiene como propósito aliviar el daño que se hizo en el pasado. Considerar las emociones del otro es un paso hacia la reconciliación. 
      Buscar soluciones: Al reflexionar sobre los errores propios es posible encontrar el  origen del problema y prevenir que se repita en un futuro. Es importante buscar acuerdos e común en el que se respeten la decisión de ambas partes

Dolor o sufrimiento.

Por Licia López Carrillo

            Diferencia que queda magistralmente explicada por Jorge Bucay en su libro; El camino de las lágrimas. En él nos explica que frecuentemente nuestro temor al dolor y  miedo a las pérdidas, hace que se confunda el camino para tomar una decisión o elaborar una ausencia. Pensamos que hay situaciones que “nos hacen sufrir” o personar por las que “sufrimos”, sin embargo el otro –quien está fuera de mi- no tiene ese poder. Puede hacer algo que no me parezca, o algo que no me guste o no me de alegría, puede  decir algo que  lastime u ofenda, puede incluso no tratarme como me gustaría. Sí, todo eso puede hacer el otro, pero si hace todo esto y no me gusta ¿Por qué me quedo?, ¿es el otro quien hace sufrir? o uno mismo porque se queda. 
Es tanto nuestro miedo al fuerte dolor emocional que preferimos sacarle la vuelta y engancharnos al sufrimiento, el dolor es profundo y agudo, da la sensación de no poder sobrevivir, el sufrimiento es una sensación sorda y crónica como esos malestares que de tanto estar ahí se vuelven casi imperceptible y nos acompañan por años robando la capacidad de retomar la vida con intensidad. 
¿Cómo poderlos diferenciar?
El sufrimiento no tiene fin, y el dolor sí. Cuando una persona asume su dolor y se da a la tarea de hacer su duelo, emocionalmente se está preparando se está despidiendo de esa persona,  etapa o situación, atravesando el duro proceso de aceptar su dolor. Y después de un tiempo sanar y continuar la vida con capacidad de disfrute. Quien se encadena al sufrimiento no tiene la intensidad que el dolor provoca, sin embargo la persona va perdiendo su capacidad de goce y su alegría de vida. El camino del sufrimiento me permitirá auto engañarme y quedarme en la “zona de confort”, a no aceptar lo que sucedió y quedarme sin tomar ninguna decisión estancado sin enfrentarme a ningún  cambio aturdido con las actividades diarias haciendo como que no pasa nada. El camino para  elaborar el dolor emocional implicará asumir la pérdida, y atravesarlo implicará tomarse un tiempo, salir de circulación para hacer el  duelo, y después en el momento indicado re integrarse a la vida con ánimos para seguir adelante. 

“porque lo que tiene el árbol de florido, yace de lo que tiene sepultado…” Sta. Teresa de J