Psic. Licia López Carrillo
El mundo que nos rodea se torna más y más violento día a día, los medios y la diversión se concentrar en imágenes agresivas y destructivas. Normalizamos la brutalidad y a través del morbo nos volvemos insensibles a la tragedia y el dolor ajeno. Estas situaciones junto con las problemáticas mundiales de pobreza, monopolio, corrupción, narcotráfico, guerra, etc. Propician sociedades cada vez más violentas que conllevan un ambiente hostil entre individuos, dentro de la familia, en las escuelas, con la comunidad y hasta contra seres indefensos como los animales.
El mundo pareciera haber perdido su capacidad de empatía, el sentimiento de compasión y el respeto por la dignidad humana y animal. Y si bien a muchos esto se les hace temas existencialistas que no ameritan prestar atención, si bien algunos reducidos grupos sociales privilegiados se sienten ajenos e intocables por esta propagación violenta, es mi muy particular pensar que están equivocados. De forma casi imperceptible se ha ido filtrando hacia sus mundos perfectos esta peligrosa epidemia. La necesidad de mayor seguridad se agrava no solo por los gobiernos que no accionan de forma honesta lo que se ufanan en legislar, sino también por la sociedad civil que con su permisividad y su apática mansedumbre ha propiciado.
Al quedarnos en la zona de confort que permite no tomar posturas fuertes ante nada por temor a la perdida de pequeños privilegios, hemos contribuido a sociedades individuales que se han corrompido hasta la raíz dejando en el desamparo como siempre a los grupos más débiles; pobres, niños, ancianos y animales. La pregunta es para todos; ¿si este mundo lo volvemos invivible a donde nos iremos?, ¿si no aprendemos a revertir el proceso destructivo de la sociedad humana como obtendremos sociedades sanas y seguras?
Reflexionemos
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