En nombre del amor solemos hacer nuestras las emociones y situaciones de nuestros seres queridos, incluso llegamos a sentirnos responsables o agentes de cambio para aliviar el mal momento.
La realidad es que no tenemos ningún poder sobre las emociones del otro, podemos quizás hacer algo que les agrade o no, que lo aprueben o no, pero con mis acciones o palabras no puedo “hacer” feliz al otro, ni “hacerlo” enojar. Ya que no tengo ese poder sobre las emociones del otro.
Lo cual resulta en ocasiones frustrante pero a la vez liberador, ya que al saber que no puedo cambiar lo que siente el otro sabré que solo él tiene la absoluta responsabilidad sobre que emociones se permite en cada situación para reaccionar.
Esta necesidad de ahorrarle al otro el sentir en un afán exagerado de protección impide que la persona digiera sus emociones, esta necesidad de estar cerca para “ayudar” no le permite el espacio suficiente para explorar sus emociones y encontrar la forma más madura de digerirla para luego reaccionar, desarrollando herramientas con mayor resiliencia para la frustración.
En el caso de las madres que tratan de todas formas que el niño evite asimilar lo que siente por un tiempo suficiente ( ya no llores, no te enojes y te doy…, quita tu carota… no llore, sea macho) impedirá el sano desarrollo emocional que incrementaría su sana tolerancia a la frustración y su capacidad de perseverancia.
Si se tratase de la pareja se corre el riesgo de invadir el espacio individual que se requiere para digerir el proceso que provoca conflicto, en esto el género femenino suele ser invasivo e incluso persecutorio, ya que al notar una mirada dubitativa o de preocupación se arranca un interrogatorio que provoca que la naturaleza masculina se cierre aún más y culposa como de costumbre, acaba asumiendo que es algo que ella hizo o no hizo...lo que sea, es la culpable.
Sin pensar si quiera que la pareja también es un ser humano con dudas y cuestionamientos que necesita de su propio espacio para pensar, sentir y una vez digerido dejar ir ese sentimiento para proseguir y encontrar una solución.
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