Ante la oleada de violencia e impunidad pareciéramos indefensos, faltos de todo poder ante lo que parece superarnos. Si no somos “hijos de alguien” o “equipo de fulano” estamos condenados a la espera de una ley que no llega o lo hace de forma lenta y siempre deficiente. El panorama es devastador, pero ¿podría ser peor? Dejamos las calles, subimos las bardas y nos encerramos en casa, salimos con miedo y retrocedemos cediendo terreno. Parecía que no podían robarnos lo más preciado; la tranquilidad, sin embargo está sucediendo.
La causa
Ahora si bien hay actores físicos de estas circunstancias también los hay intelectuales y por omisión, nos consolamos con hacer terapia de grupo en la charla de café o en reuniones donde nos lamentamos una y otra vez pero en las que finalmente no hacemos nada. Pensamos que si nos hacemos de la vista gorda haciendo como que no pasa nada, de forma “milagrosa”, esta sociedad sanará y desaparecerá al crimen por arte de magia. Por que HACER algo implicaría salir del estado de confort y auto consolación que significa el pensar “no me pasó a mí”, seguimos con la idea absurda e individualizada de creer que el bien personal y familiar es superior al bien común. Que si yo cuido a los míos, que los otros cuiden a los suyos. Y en esta táctica poco ciudadana no nos damos cuenta que ellos trabajan en grupo, se organizan, se coluden y se apoyan, mientras nosotros- la sociedad civil- se dispersa, divide y enfrenta. Todos corriendo por un bien individual sin saber que de nada sirve que protejas tu pequeño mundo privado si el que lo envuelve y esta fuera se encuentra en caos. De nada sirve un individuo o familia a salvo cuando hay una sociedad amenazada.
Ciudadanía: “El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público."
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